Desesperanza aprendida



Renunciar, rendirse antes de siquiera intentarlo es el tipo de comportamiento que llevado a un extremo, explica por qué las víctimas no abandonan a sus agresores o algunas personas prisioneras no intentan escapar. Se denomina "DESESPERANZA O INDEFENSIÓN APRENDIDA". 

El psicólogo estadounidense Martin Seligman acuñó el término "DESESPERANZA O INDEFENSIÓN APRENDIDA" después de hacer un experimento con perros a los que encerró en una jaula.

Cada vez que intentaban abrir la jaula, le propinaba una descarga eléctrica a uno de ellos. Pasado un  tiempo, abrió la jaula y el perro al que había lastimado, desistió y no salió de la jaula. Aprendió, a base de dolor, que no podía hacer nada para escapar de su destino, se resignó.

Esta teoría la aplicó a los seres humanos y estableció que estos pueden comportarse de manera idéntica si así se les enseña mediante actos de violencia ya sea física o mental. Así, pierden la capacidad de defenderse ante hechos, a todas luces, de agresión hacia su integridad como seres humanos.

La "DESESPERANZA O INDEFENSIÓN APRENDIDA" refiere a un estado en que la persona se siente indefensa, cree no tener control sobre la situación y piensa que cualquier cosa que haga será inútil. Tiene que ver con el convencimiento de que haga lo que haga, no habrá, no se producirá un resultado distinto. Es una brutal prisión psicológica, desconectada de la realidad, que bloquea cualquier posibilidad de cambio o liberación.

Como resultado, la persona permanece pasiva ante acontecimientos dolorosos, incluso cuando dispone de la posibilidad real de cambiar esas circunstancias. Es un estado de ánimo en donde, por razones diversas, un individuo siente que cualquier cosa que haga es inútil para cambiar el estado de las cosas, llevándolo a estados de indefensión y parálisis, haciéndolo pasivo frente a situaciones dolorosas.

Es un estado de pérdida de la motivación, de la esperanza de alcanzar sus sueños, una renuncia a toda posibilidad de que las cosas salgan bien, se resuelvan o mejoren. Es un estado en el que se ven debilitados o extinguidos, el amor, la confianza, el entusiasmo, la alegría y la fe. Es una especie de frustración e impotencia, en el que se suele pensar que no es posible por ninguna vía lograr una meta, o remediar alguna situación que se estima negativa. Es una manera de considerarse, a la vez, atrapado, agobiado e inerme.

La DESESPERANZA es la percepción de una imposibilidad de logro, la idea de que no hay nada que hacer, ni ahora, ni nunca, lo que plantea una resignación forzada y el abandono de la ambición y del sueño. Y es justamente ese sentido absolutista, lo que le hace aparecer como un estado perjudicial y nefasto.

Esta persona también aprende a no confiar en nada ni en nadie y, principalmente, no confía en sí mismo. Duda de todo y de todos y, especialmente, de sí mismo. A la vez, se convierte en multiplicador de DESESPERANZA. Vive esparciendo DESESPERANZA entre la gente como un virus en forma humana.

Hoy sabemos que en la política y en la guerra se usan estrategias para generar en los disidentes, opositores y/o enemigos, estrategias de este tipo para desmoralizarlos y evitar iniciativas resistentes a los abusos de poder mediante maniobras de coerción, intimidación, amenaza, terrror, violencia, miedo.

El dilema de la desesperanza aprendida es que pretende ser lapidaria, en ella no existe rendija que deje al imaginario colectivo algún rasgo de optimismo, ella vive en expresiones que prejuzgan una situación sin escapatoria.

Frases como: "No hay salida", "Estamos condenados", "Ya no hay nada que hacer", o un simple "Así son las cosas, ¿que le vamos a hacer? Hay que convivir", hacen que el Statu Quo se conserve inamovible. Incluso frases cliché como "Cada pueblo tiene el gobierno que se merece" terminan por conducir a una nación entera a un abismo autoflagelante que no permite ver el poderío que reposa insospechadamente en una sociedad que de organizarse correctamente y con un poco de determinación, perfectamente puede salir de su atolladero.

Para superar la DESESPERANZA APRENDIDA, es necesario:
  • Comprender que se trata de una percepción y no de una realidad
  • Asumir que todo pasa y que cada día es nuevo y está lleno de posibilidades y potencialidades
  • Buscar formas creativas de abordar la situación valorada como amenaza
  • Apoyarse en personas que tengan otros recursos que no poseamos
  • Revaluar o reconceptualizar la situación en busca de ángulos positivos
  • Aceptar, adaptarse y esperar un mejor momento para actuar, si consideramos que realmente nada puede cambiarse en lo inmediato, aquí y ahora
  • Centrarse en los recursos, dones y talentos, en vez de enfocarse en el problema o en sus posibles consecuencias negativas
  • Buscar en la experiencia conductas que nos hayan servido para superar situaciones similares
  • Segmentar la acción. Definir una estrategia y dar un paso a la vez para salir del atolladero
Lo más importante aquí es comprender que la gran mayoría de las veces, salvo en casos extremos de catástrofes naturales o eventos críticos inesperados, lo que vemos como “problema” es en realidad una idea mental que se genera cuando evaluamos una situación en razón de nuestras posibilidades de resolverlo. No es algo que está allá "afuera" y sobre lo cual no tenemos influencia alguna.

Bibliografía

https://www.elciudadano.cl/ciencia-tecnologia/renunciar-antes-de-intentarlo-la-desesperanza-aprendida-se-puede-revertir/12/12/#ixzz5dIxbR3Nw

Daniel Merchán: “De la Desesperanza Aprendida a la Resiliencia Social”

https://www.dinero.com/amp/opinion-sobre-el-concepto-de-la-desesperanza-aprendida-en-liderazgo/212421

https://www.abc.es/familia-padres-hijos/20150307/abci-gema-lendoiro-sabado-201503061349_amp.html

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