Mi Perrito Acuariano

El cielo es ese lugar donde volvemos a encontrarnos con los perritos que una vez amamos…


Recuerdo la primera vez que te vimos: te levantaste enseguida. Parecías sonreír, nos miraste como dándonos la bienvenida y diciéndonos "Quiero formar parte de sus vidas".

Y… no busqué ni dudé más y ¡así fue! Comenzamos una vida juntos, un nuevo ciclo de muchísimos capítulos felices a tu lado.

En las mañanas, era hermoso verte saltar alrededor de nuestra cama, lleno de vitalidad y alegría diciéndonos: ¡Levántense ya!

Siempre te recordaré en aquel balcón, alerta y simpático con todo el que pasaba. La gente te saludaba con enorme afecto y atención. Un vecino te llevaba exquisitos quesos y los niños se acercaban para tocarte, llenos de amistad y emoción.

Te gustaba la gente, los recibías con una simpatía que a todos conquistaba. Disfrutabas de una fiesta, de una reunión de amigos como uno más de nosotros. Cuando festejábamos algún cumpleaños y cantábamos, te volvías loco de alegría porque sabías que habría un trocito de pastel para ti. Amabas comer, eras golosísimo.

Eras tan sociable, tan liviano. De espíritu tan libre, tan independiente. Te llevabas bien con los de tu especie, fuesen grandes o pequeños. Eras amistoso, pacífico hasta con los gatos. A todos atraías con tu carácter y hermosura: tan espectacularmente guapo, con ese pelaje bellísimo, suave como algodón, blanco plata como la luna y tu porte noble, real y armonioso de arriba abajo.

Eras un acontecimiento en la familia, siempre celebrábamos tu inteligencia excepcional. Reconozco que eras más feliz en casa del abuelo y de la tía que en tu propia casa: allá era más divertido, más bullicioso, menos silencioso, había más acción y emoción.

Entre tu tía sagitariana y tú había una amistad, una camaradería, una conexión sin igual. Tus padres éramos protectores pero ella era diversión. Era demasiado divertido verlos jugar a los lobitos:

—  Caaamelot, Caaamelooot! Caaaameloooooot!

Y tú la seguías respondiendo: Auu! Aaauuuu! Aaaauuuuuuu!

Y el escándalo que formabas cuando escuchaban ella y tú, tu canción preferida: un reggae de Inner Cycle y ¡bailaban! Y cuando salían a pasear por las calles, en las tardes antes de caer el sol. Tu tía se reía demasiado por tu reacción al ver o escuchar las llaves. Corrías velozmente a la puerta para salir pero cuando sabías que ya era hora de regresar, caminabas lentamente sin querer llegar. Costaba mucho hacerte entrar a la casa.

La tristeza que sentías los viernes porque sabías que tu tía se iba y la ansiedad de esperar su llegada los domingos: ¡no sé cómo pero lo sabías!

La alegría al vernos llegar del trabajo. Verte sentado agitando tus dos patitas delanteras para pedir comida o llamar la atención. Bufff! Bufff! Te escondías cuando sabías que íbamos a bañarte y después del baño, eras el más feliz corriendo por toda la casa.

Tenías fuerte temperamento, te imponías. No eras del tipo obediente, más bien muy rebelde y gruñón cuando algo no te agradaba: Grrr! NO tenías amo ni dueño realmente, ibas solo con quien y cuando querías. Tú acompañabas, no obedecías. Eras alegre, vivaz, enérgico pero también calmado, no ansioso.

No había nada que disfrutaras tanto pero tanto como estar en la calle, al aire libre, ir a pasear, en la ventanilla del auto o caminando o corriendo. La alegría de salir era incomparable por encima de todo lo demás.

Siempre estabas dispuesto a salir, a marcharte con quien te invitara, a visitar las casas de los vecinos. Te habrías ido con una manada a vagar feliz por las calles, al lado de cualquier bohemio de los que tocan guitarra y cantan en una esquina. Tuvimos la dicha de pasear en tu compañía por montañas, playas, ríos, parques, calles, avenidas, campos, ciudades.

Adorabas jugar con tu pelota, corrías por todos lados buscándola. Logramos que siempre estuvieras muy saludable. Eras muy fuerte y resistente. Fuiste papá de tres camadas de espectaculares cachorritos, blanquitos y hermosos como tú.

Dormías con una tranquilidad y una felicidad impresionante, envidiable, profundamente como si el mundo no existiera! Hasta roncabas y suspirabas! Probablemente, eso contribuyó mucho a tu longevidad.

Eras tan increíblemente observador y perceptivo. Usualmente, eras bastante desapegado conmigo pero sentías mis momentos de tristeza o de llanto o de ira y enojos como NUNCA NADIE en la vida.

Sabías cuándo necesitaba compañía o apoyo emocional. Entonces, te acercabas, te parabas en dos patitas, apoyando las delanteras sobre mí, totalmente relajado y liviano, me mirabas con esos ojos redondos, extremadamente hermosos y yo podía sentir que me consolabas y me decías: ¡Cálmate! ¡Todo pasará, todo estará bien! ¡No llores más! ¡No pelees más!

¡Me transmitías ese estado de relajación y liviandad! Nunca ningún otro ser me ha transmitido nada similar. Y la tristeza o el llanto o la ira o el enojo se iban como por arte de magia y sentía paz.

Eras increíblemente perceptivo. Nos avisaste varias veces del fantasma que de vez en cuando nos visita en casa :) Creo que no te caía bien porque le ladrabas enojado...

Y el amor, el más grande amor entre tu papá y tú, indescriptible, insuperable, de principio a fin... Lo esperaste para irte en sus brazos, él que ya una vez te había salvado la vida.

Son cientos de anécdotas e incontables recuerdos.

Me reconforta saber que te amamos, te cuidamos mejor que a nosotros mismos. Tu familia cada quien a su manera te dedicó muchísimo tiempo, esfuerzo, recursos y amor. Fueron muchos años de alegría, disfrutando de tu compañía. Tenemos otros peluditos a quienes cuidar y amar pero nadie sustituye a nadie...

Se siente demasiado tu ausencia, la sentimos todos. Desde ese día hay un silencio inusual... A mí me llena de una infinita y dolorosa tristeza tu ausencia. Al reflexionar en estas líneas, al recordar tantos años y momentos felices, siento que la tristeza llega lentamente a tornarse en melancolía, dulce nostalgia y agradezco a Dios por traerte a nuestras vidas.

Mientras escribo, me siento mejor. Es como si estuvieras diciéndome una vez más: ¡Todo pasará, todo estará bien! ¡Vive tu dolor pero recuerda que el sufrimiento es opcional! ¡Nos volveremos a encontrar algún día en la eternidad!

Tus ojitos se cerraron... Te amaré, te extrañaré y te llevaré en mi corazón hasta el fin de los tiempos, más allá de la vida, mi perrito acuariano.

In memoriam...
20-Enero-1999 7-Febrero-2016

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